Tuesday, December 13, 2005

Misterio

El y Al esperaban la llegada de Zulma.

Un atardecer, el albatros llegó algo más tarde que lo habitual, mientras descendía en elegantes giros hacia ellos.

Cuando golpeó tierra, lo que quedaba de él era una pequeña libreta de caligrafía primorosa, colgando del cuello. Agonizó unos instantes, eviscerado por una jauría de palomas radioactivas que lo habían ido desgarrando a pico y espolón durante el vuelo más largo de su vida. El y Al intentaron ahuyentar a las carroñeras que se lanzaban en avalancha sobre Baudelaire.

Cuando por fin se hizo noche, las mutantes desaparecieron súbitamente. De a poco, uno a uno, asustados pero decididos, fueron llegando silenciosamente los murciélagos, repudiadas mariposas, a cubrir con un manto al mensajero. Ni siquiera la luz del alba pudo lograr que se apartaran, y ciegos y calcinados permanecieron allí, sin moverse, sin un sonido, hasta que una pala mecánica los levantó, entre botellas de plástico, cáscaras de naranja, peces podridos y condones usados, y tiró toda esa montaña de podre adentro del bulldozer de la basura..

0 Comments:

Post a Comment

<< Home